Desperté con mucha sed a mitad de la noche, supongo que fue cosa de la mota, ni idea, fuera de ahí, lo normal, desayuno, autobús, zzzzzzzzzzzz, en el camino empezó a llover torrencialmente como rara vez vemos en México y es una suerte porque no se veía nada mas que a unos pocos metros, se veia niebla a lo lejos que cubría los cerros y los pueblos, pero el sol nos sonrió un poco cuando llegamos al puerto donde abordaríamos el barco que nos llevaría a través del Rin, ahí comimos calamares, salchichas y por postre un delicioso pastel de zarzamoras que wow! dos centímetros de puras moras sobre de el, muy rico. Subimos a la cubierta de arriba y aún chispeaba un poco pero la vista tenía un aire macabro a lo nosferatu bien loco, los castillos se erguían observándonos desde lo alto de las montañas, la niebla, la lluvia, el viento, sólo faltaba un rayo cuando la volteabas a ver y el órgano de fondo, tarará tarararaaaaa tarará!!
Llegamos a un pueblecillo llamado a St. Goer donde abordamos el autobús hasta Bacharach a no más de diez minutos, recuerdo que ni de quitarme la chamarra me dio tiempo, dimos unas vueltas, vimos la especialidad del lugar, los tarros de cerveza, ah que chidos estaban como los de las películas de vikingos o galos cuando se ponen a brindar en medio de una fiesta con banquete de jabalí, si las ubican? De esos tarros enormes con grabados y una tapa de metal que está sujeta a la agarradera. Bueno, geniales, no sé por qué mi papá no quiso comprarse uno si a él le queda eso como anillo al dedo.
A las pocas horas llegamos a Frankfurt donde hicimos una visita panorámica con paseo por el centro histórico incluido, las casas reconstruidas del siglo pasado que fueron destruidas por las guerras mundiales, el káiser dom que es la iglesia protestante más importante, el río, que yo supongo era el Rin pero no estoy seguro, así que no diré nada, la casa del panadero que es donde anteriormente se celebraban banquetes y elegían a los emperadores. Esta última es el fondo del video rubik de Frankfurt.
Regresamos al hotel ya obscuro el cielo, cenamos queso aderezado con pan y brindamos con una botella de champagñe porque sabemos que este momento, este viaje, no se va a repetir, lo entendemos y ahora lo recordamos.
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