domingo, 8 de agosto de 2010

Día cuatro de Bordeaux a Loira para finalizar, oh la la!, en Paris

Sonó el despertador automatico a las seis y cuarto, debo de dejar de escoger la cama junto al teléfono, nos levantamos como pudimos, preparamos las maletas y salimos a las siete a desayunar en un restaurante caótico con la chica, tipica francesa, de la entrada a punto de estallar del estrés, las filas enormes para el café y la fruta que ya habían desaparacido sin dejar rastro, las quejas por todos lados, las pocas bandejas que salían con trabajo de la cocina, cuando tocaban la mesa de buffet, ya tenían la mitad de lo que fuera que portaban y pronto la multitud se reunía para acabar con lo restante y seguir refunfunando con el de alado. Para cuando acabamos, el autobús estaba listo, con las maletas abordo y la mayoría arriba, salimos sin mas.

El viaje de dos o tres horas hasta una estación para comer que no sentí porque me dormí, comimos, nada especial y salimos hacia Loira, un rio caudaloso que atraviesa Francia y tiene en sus orillas mas de cien castillos cada uno con su historia.

Después de un rato medio somnoliento en la carretera llegamos al Chateau de Chambord que es un castillo que fue diseñado por Leonardo Da Vinci por orden de Francisco I y reformado por Enrique II y Louis XV. Tuvimos solo una gira para visitar el ahora museo, enooorme, con paredes de casi medio metro en ancho, cuatro pisos cada uno de una altura de tres metros, detalles de diversas épocas adornan las 440 recamaras y espacios, todos alrededor de una escalera en doble elice ideada y preservada tal cual como la concibió Da Vinci, en la terraza, los pasillos unían las cuatro torres donde los fotógrafos se amontonaban para plasmar kilómetros de jardines bien cuidados, mientras en cada habitacion alfombras, cuadros, camas, bustos, cornamentas, mesas y diversos objetos de la época servían de ejemplo para recordar un pasado lejano.

Volvimos al autobús y a las pocas horas llegamos a París, no distinguimos nada, sino hasta después de la cena cuando el tour por la ciudad de noche se celebro, los edificios, los monumentos, los puentes iluminados solo hacian que el Sena resplanciera mas y mas. Notre-Dame no se hizo esperar, el hotel de Ville que es como aquí le llaman a los ayuntamientos, el louvre con su pirámide rodeada de antiguos palacios, la plaza de la concordia con su obelisco egipcio, la opera decorada de los bustos de Mozart y Beethoven, los campos elíseos, inválidos la tumba de Napoleón, el arco del triunfo con su flama siempre viva bailando debajo y al final, justo unos minutos antes de la medianoche, la torre Eiffel iluminada de dorado recordando la era de resplandor que vivía Francia cuando fue ideada, no tardo el espectáculo nocturno, brillos desaparecían como nacían por todo el cuerpo del gigante sacando mas de una exclamación de asombro, enamorando a algunos, ensimismando a otros, así la vi por primera vez y así me enamore de ella.

1 comentario:

Verónica dijo...

Que padre, no te pesa la maleta con mi envidia? jajaja
Oye y que me cuentas de Pavellón Dauphine?
Cuenta, cuenta...